En multitud de ocasiones me ha dado la impresión de que no se valora lo suficiente un sector como el de la agricultura. Tendemos a pensar que éste es un oficio para gente mayor, de pueblo, sin demasiada preparación académica o para los extranjeros que vienen a España a ganarse la vida casi de cualquier manera. Sin embargo, la agricultura sigue teniendo una importancia considerable en el desarrollo de nuestra sociedad.
Por eso sigue siendo imprescindible cuidarla ante los peligros que la asolan, que son unos cuantos y que pueden reducir a nada el trabajo realizado durante un intenso año cargado de laboreo. Entre esos peligros se encuentran, como muchos supondréis, las incidencias meteorológicas, siempre tan importantes para el cultivo. Pero existe otro tipo de peligro igual de devastador pero que podemos controlar en mayor medida: hablo de las plagas.
Mi casa se sitúa enfrente de la huerta de un hombre al que conozco de toda la vida: Antonio. Desde que me mudé allí hace cerca de diez años, he visto a Antonio cultivar viñas y, tiempo después, plantar y hacer crecer patatas, tomates y habas, entre otros muchos productos. Como es un tipo afable y me llevo muy bien con él, suelo preguntarle cómo le va la cosecha, por lo que me mantengo muy al tanto de lo que ocurre en el sector de la agricultura.
Hasta hace dos años sus respuestas eran positivas. No había ningún problema para la recolección y los alimentos que se recogían eran de calidad. Pero fue precisamente hace dos años cuando se torció el gesto del agricultor, porque una plaga de conejos había dado al traste con toda la cosecha de aquella temporada. Esto le supuso a Antonio una pérdida económica cuantiosa y los daños morales de quien ha estado todo un año trabajando duro para, al final, no recoger sus frutos.
Hablando con él, me comentó que apenas solía emplear tiempo en hacer todo lo posible por controlar las plagas. Era un fallo garrafal para tratarse de un agricultor, pero no era tiempo para lamentarse sino para ponerse a trabajar de cara a la cosecha del año siguiente. Antonio me pidió ayuda para obtener información acerca de cómo realizar un control de plagas en condiciones. Yo indagué por Internet y di con www.controlplag.com, una empresa dedicada a desratizar, desinfectar o fumigar diferentes espacios. Le comenté a Antonio la posibilidad de contactar con ellos para que realizaran el trabajo y él aceptó.
Una huerta más segura
La empresa utilizó diferentes productos para evitar que moscas, mosquitos, conejos o cualquier tipo de plaga se cebara con la cosecha del año siguiente. Antonio estaba decidido a evitar un desastre como el de aquel año y se mostró nuevamente ilusionado con la protección que le estaban ofreciendo.
El año pasado consiguió de nuevo unos buenos resultados. Había vuelto a conseguir que la cosecha se recolectara de manera perfecta, sin que ningún animal la hubiese destrozado. Efectivamente, los productos utilizados por www.controlplag.com habían sido determinantes para evitar un mal como el del año anterior y, por suerte, no hubo que lamentar más pérdidas económicas. Sumando el buen trato recibido y el bajo coste que había generado su contratación, Antonio terminó encantado con ellos.
Y para terminar con este texto, regresaré al principio, al párrafo en el que manifestaba y reivindicaba la importancia del sector agrario. Y es que la mitad del territorio del que se compone nuestro país está dedicado exclusivamente a él (un tercio del territorio corresponde a tierras de cultivo y un 16% a pastos y prados, según datos del propio Gobierno de la nación). Además, es destacable añadir que la producción agraria de 2014 ascendió hasta los 42.600 millones de euros, el 10’25% de la producción en la Unión Europea, y que emplea a más de 800.000 personas en nuestro país.
Teniendo en cuenta estos datos es imposible negar la fuerte incidencia y protección que garantizan los productos antiplaga en nuestros campos. Sin ellos, muchos empleos se perderían y dejaríamos de ser una potencia agrícola dentro del mercado común.